miércoles, 12 de enero de 2011

Egoísmo y otros defectos pesimistas.

Por mucho que nos molestemos (o que nos esforcemos, qué más da), el ser humano es un simple mecanismo que se alimenta de egoísmo. Una máquina mal engrasada de penas, sentimientos, canciones y repertorios de órganos que solo se mueve por sí mismo.
El egoísmo es una facultad natural en nosotros. Cuando vemos por la televisión a los tigres o a los leones recogiendo, por así decirlo, a la cría de cualquier otra especie, y llevársela para cuidar de ella, pensamos "qué hermoso, en la naturaleza hay piedad". Pero nosotros, cuando vemos una persona en la calle, mendigando o simplemente esperando a que las horas pasen, no sabemos, ni siquiera se nos pasa por la cabeza, que nos podamos apiadar de ellos. Es frustrante que siendo tan capaces e inteligentes tengamos una sociedad tan basura como la que tenemos.
Eso me lleva de nuevo al egoísmo. Yo me molesto y me esfuerzo en esconder mi egoísmo natural, a veces más ampliado que otras según situaciones, pero cuando me sale el ramalazo "todo lo quiero todo es mío", sé que va a haber alguien, llamémoslo mala lengua, que va a decir, comentar, argüir algo en mi contra. Eso no solo demuestra una parte egoísta en la persona que argumenta, si no un sentido de la hipocresía elevado a bajísimos niveles, casi nulos. Porque no sabemos en qué momento nosotros podemos sentirnos en esa situación, en la situación de "todo lo quiero todo es mío", porque, como seres humanos que somos, la tenemos alguna vez en nuestras largas y deprimentes vidas.
Aparte, el egoísmo lleva a algo peor, la infelicidad. ¿Qué persona quiere ser feliz? Todo el mundo quiere tener mucho dinero, un Porche o, en su defecto, una limusina, y llevar largos y costosos vestidos de Armani. Así de simple es la felicidad de algunos, material, básica, fría. Pero por desgracia no es solo eso. Nuestro egoísmo alimenta el afán de querer más y más, de tal forma que nunca nos conformaremos con lo que tenemos, si no que siempre pediremos más de lo que ya hay. Otro de los grandes defectos de las máquinas andantes.
Sin lugar a duda, no puedo decir que no sea egoísta, ni vanidosa, ni siquiera que sea totalmente feliz, porque nadie lo es. Pero no es que no quiera serlo, es simplemente el defecto de fábrica del ser humano, un caracter más de nuestro código de barras.
Pero tenemos la gran virtud: el aprendizaje. Podemos observar, e intentar aprender. Lo malo... que poca gente está dispuesta a ello, por lo que simplemente dejan de pensar en todas aquellas cosas importantes que nos conducen a nuestra felicidad relativa y se detienen en lo material, efímero, frío.
Entonces, si no lo intentamos, no cambiaremos nada. Así que dejemos las quejas y los llantos por algo más aparte, y vivamos cada uno de los momentos que este asqueroso mundo nos puede llegar a ofrecer. Un simple instante puede cambiar una vida, cosa que siempre se debe recordar.

3 comentarios:

Sergio dijo...

Oh! eres Rosa Montero/Maruja Torres con sus columnas.
Victoria, te has equivocado de carrera. Deberías estar haciendo Periodismo.

Alba Flores Robla dijo...

Hubo un momento de mi vida en que deje que coger los trozos más grandes de los pasteles. Pero aún ahora los sigo deseando.

Guillermo dijo...

"Pero tenemos la gran virtud: el aprendizaje." Con eso hay que quedarse si.
te sigo