viernes, 18 de mayo de 2012

Sobre situaciones desdichadas.

Una cazada. Una pequeña broma del destino. Una ironía más de la vida que romper tras usar. Otra hipocresía más de la humanidad.
Eso pensaba mientras caminaba hacia aquel sitio, su sitio. Aquel donde le contó tantas cosas, y más cosas sobre ella misma, sobre los demás, sobre el mundo. Allí donde su corazón había sido abierto quirúrgicamente, desmontado pieza por pieza, regenerado, pero con mala suturación; por tanto, otra vez mal curado.
Menos pensó que volvería con la misma persona. Por tanto, juraba, perjuraba a los dioses de abajo todo lo que se le ocurría, todo con tal de no estallar.
Tuvo miedo. Y, mientras se sentaba allí, de forma algo incómoda, molesta; hablaba vagamente, se perdía en su propia mente. Se autoinculpaba, se arañaba la hiel, se helaba el corazón a sí misma. Se suicidaba, segundo a segundo, matando poco a poco su halo, asfixiando sus neuronas, degollando su vida. Imaginaba hacer lo mismo a quien tenía delante. Nunca lo conseguiría. No ahora, no nunca.
El tiempo transcurría despacio, tres gotas frías de sudor resbalaron por su nuca. Ahora tartamudeaba, bajaba la mirada, gesticulaba exageradamente. Su propio cuerpo gritaba silenciosamente libertad. Su lengua resbalaba de vez en cuando, entre risas nerviosas y tartamudeos invisibles. Entre explicaciones burdas y frases sin sentido. Entre temas banales, uno detrás de otro.
Siempre supo que la conduciría por donde quisiera. Y eso quiso intentar. Ella se calló repentinamente. Sus manos reposaron de golpe en su regazo, su boca se cerró. Su físico, tras un último basta, se relajó tras la aprobación de su mente. Bajó la mirada, borró su sonrisa, y aguardó. Largos minutos. O segundos, quizá. Para ella nunca hubo distinción entre unos y otros, difería en cuanto la percepción del tiempo. El tiempo era eterno. Y la eternidad duraba poco. Su mente quedó en blanco. Un lejano pitido llegó a sus oídos, frenado por un suave eco. Un último soplo de aire fresco vació sus latidos. Silencio.
- ¿Qué piensas?
Tres golpes. Latidos, lentos y seguros. Alzó la mirada, y fijó sus ojos en los azules que tenía enfrente. Firmeza en los de ella, duda en los de él. Su propia voz sonó rara en sus oídos cuando habló.
-Si no fuera estúpida, ahora mismo estaría marchándome, o mejor, besándote. Soy estúpida, por eso estoy aquí.

...Y todo esto por un beso.

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