jueves, 2 de mayo de 2013

Double feature

Se levantaba despacio. El pelo, revuelto, nmarañado en algo parecido a bucles sin forma, ondeó como si de muelles se trataran. se frotó los ojos, bostezó. Miró hacia atrás, incorporándose en un brazo. Él reposaba en la cama, entre sábanas revueltas. Dormía. Con una sonrisilla de autosuficiencia, ella se estiró para desentumecerse.
Era genial. Maravilloso. Brillante. Como una luz venida del cielo.
No. Sacudió su cabeza. Frunció el ceño. No le gustaba que A saliera de nuevo a sus pensamientos. Nunca la dejaba disfrutar de sus mejores momentos. Tenía que apartarla de un empujón, y odiaba la violencia. Y más violencia interna.
¿Pero no te das cuenta? Es perfecto.
"... Cállate", susurró inaudiblemente. Se levantó de un sigiloso salto, de esa forma que había aprendido hacía relativamente poco tiempo. Lo sufientemente rápido para escapar, lo suficientemente sigiloso para que nadie se enterara.Se metió rápidamente al baño, donde previamente había dejado sus cosas.
Con una agilidad pasmosa, empezó a vestirse de nuevo, dispuesta a la fuga repentina. No tardó demasiado, total, ya estaba acostumbrada.
Ve, ve...
Sus facciones volvieron de nuevo a arrugarse. ¿Por qué le daba de nuevo por salir? Era injusto. De acuerdo, era alguien a quien conocía más allá del sexo. Bien, era bastante... bueno. No podía salir A. No iba a dejar que saliera de nuevo. Solo le había traído desgracias. No. No. No...
Sabes que estoy aquí. Sabes que existo. Y que en el fondo, yo soy tú, tú eres yo. Somos una, pequeña. Demasiado por vivido y por vivir. Ahora escúchame.
No. No. No y mil veces no.
He dicho que me escuches.
Imperativa. Empezó a tirarse del pelo, exasperada, en silencio. Se sentó en una esquina, temblando de miedo. Estaba reabriendo esas antiguas heridas. A no la dejaría vivir. Era consciente, la había callado demasiado tiempo. Ya no podía callar más. Era infantil y estúpido.
¡ESCÚCHAME!
¡NO!
Este es el momento. Sabes lo que quieres, ¿por qué finjes? ¿Qué necesidad tienes de esto? ¿Tienes miedo? ¿A qué? ¿A tus sentimientos? Pequeña, no temas, déjalos existir, déjalos fluir, déjame vivir. Tienes miedo a derrumbarte de nuevo, lo sé, no te preocupes. No puedo asegurarte protección, pero debes enfrentarte a ello. Sal, rompe con esas barreras, demuéstrale que le amas. ¿Acaso piensas que puedes perderle? No merecerá la pena.
Pero ella lo temía. No podía, no quería perderle. Era esa estúpida idea. Era esa estúpida codicia. Sólo le pasaba con él. No había ningún otro. El terror era inexpugnable.
Tranquila...
No puedo.
Estarás bien...
Acaso tú sabrás de como estaré yo.
Querida, soy tú; siento lo que sientes, todo, hasta el más mínimo roce de una hoja.
No tienes ni idea de lo que me haces sufrir, A.
Tienes miedo a descubrirme... temes mi nombre.
No te temo, solo que no te quiero conmigo.
Grítalo, vamos. Si no tuvieras miedo a decirlo, sabrías cómo hacerme huir.
Vete de mi, estoy perfectamente sin tí.
¿Cómo lo sabes? ¿Acaso has vivido alguna vez sin mi?
Vete.
No.
Vete, por favor.
No.
Vete, Amor.
Salió como un tornado del baño. En menos de diez segundos, la puerta batía, mal cerrada. El hombre que yacía en la cama estiraba el brazo, y abría todavía más los ojos al ver que ella no estaba. Olió la almohada, olía a ella. suspiró.
No sabremos si volverá o no, pero una cosa está clara. Estamos locos por ella.
Lo sé, querido A, lo sé.

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