domingo, 4 de octubre de 2015

Set fire to the rain

Huracanes de viento y fuego arrullan mi sueño nocturno, virando todo lo establecido, poniendo aquella habitación llamada mente patas arriba. Vendavales de indecisión abruman mi pensamiento, alteran el corazón en sus más invisibles recovecos. Oleadas de confusión ahogan aquello que se suele llamar sentimiento.

"Yo no siento". O eso es lo que me repito todas las mañanas cuando, nada más levantarme, miro hacia el reflejo del frío espejo. "Yo no siento", me repito. Lo memorizo, me lo grabo en el alma, lo tatúo en mi sangre, hasta que cada célula de mi cuerpo consigue hacerse a la idea de ello.
"Yo no siento". Es lo mejor que puedes llegar a hacer para enfrentarte fría y objetivamente a las situaciones cotidianas. Un problema en el trabajo, un imprevisto que obliga a redoblar tus esfuerzos, situaciones puntuales que te llevan al límite de tu carácter. "Yo no siento", me repito. Y por el momento, en lo cotidiano, me va bien.

Yo no siento, pero siento. Siento cuando afloran las palabras por la punta de mis dedos al rozar el teclado de mi ordenador. Siento cuando huelo el perfume de la lluvia al caer en el abrasado asfalto.
Siento cuando abro un libro y aspiro el alma del autor. Siento cuando veo a un niño acercarse y darte una inocente y brillante sonrisa, capaz de mover diez mundos con su fuerza.
Siento cuando me traicionan. Siento cuando oigo insidiosas palabras contra algo que me importa. Siento cuando me dejan de lado. Siento cuando me hacen daño. Siento cuando, con la ayuda de una punta y un martillo, aprovechan las grietas ya existentes de mi corazón para robarme un trozo del mismo. Siento cuando el frío de la humanidad me hiela el corazón. Siento cuando, de repente, un angustiante vacío en mi pecho me recuerda que mi alma ha desaparecido.

Siento cuando me autoengaño, diciendo que no siento.

La vida, a pesar de todo, continúa. Continúa sin ser exactamente igual que el día de ayer. Y todos sentimos, aunque finjamos no hacerlo. Y todos sufrimos, aunque nos riamos frente a la mención de la palabra. Y todos amamos, aunque tengamos el corazón deshabilitado.

Aún así, queda un aliento de vida. Un respiro despreocupado que te da fuerzas para otro día más. Otro día que te dices que no sientes, aunque por las noches seas un mar de sentimientos que no paren de fluir. Aunque un día a la semana ahogues tus sentimientos en alcohol. Aunque, por unos instantes, mueras, para volver a renacer con más experiencia, más peso, que se empieza a reflejar en los ojos y en los silencios.

El vendaval empieza a amainar, el oleaje remite. Otro día, otro momento.
"Yo no siento", me repito.

No hay comentarios: