martes, 1 de noviembre de 2016

Sueño mortuorio

Rastros de sucio camino
bordean el alma del injusto.
Hierro en las venas,
Sangre armada en la batalla
quema, desgarra y araña.
Matando en soledad
la Muerte arraigada
brota del hielo y fuego
una llama, en el suelo
carbón, ácido y sal.
Repugna al oído del sordo
azul de cielo y mar,
juega con la baraja de sentidos
la danza de un irlandés,
metido en barril podrido
y llorando; al lado, un ciprés
que emana áurea salvia,
atrapa entre sus férreas ramas
el mundo del saber.
Con infame escarnio
una vieja que llora y grita
arranca la piel en tira
de un hombre que suplica
“¡No demencia, si no vida!”,
se sonríe ante sí
valiéndose ya en mundo
de jocosa compañía.
Y en este encuadre en lienzo
retratado en vano seso
yo resido, habito (y fenezco)

cada nuevo atardecer.

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