domingo, 27 de marzo de 2011

Karma.

Cuando uno requiere paz, siempre piensa en estar solo, en un lugar aislado de la gente y sus trombantes paseos, como un prado, un parque solitario o la azotea de un edificio. La paz simplemente se consigue con las pequeñeces absurdas del día a día, el aislarse es cosa de momentos solitarios.
Ayer me subí al tejado de mi casa. No tuve reparo alguno en la lluvia, ni siquiera en el hecho de que iba descalza y los pies se me mojaban. No sentí frío, ni calor. Solo paz. Pero me di cuenta de que no necesitaba hacer eso para obtener nada, que simplemente lo hacía porque me apetecía. Y poco a poco, el agua fue calando mis pies, mis rodillas, mi pelo, mis entrañas y mis huesos. No hubo rincón que no llegase a alcanzar la dichosa lluvia. Pero me gustaba. Me daba igual el mañana, el ayer, el ahora. No necesitaba el tiempo, ni el reloj, ni la historia, ni siquiera el alma. Solo sentía mi cáscara, como si esta pudiera estar vacía de todo ser, de todo anhelo. Y lo repetiré. Tantas veces como lluvia torrencia caiga.
Será cosa del karma, que me produce el desvarío universal.

1 comentario:

Sergio dijo...

¿Autobiografía?
Maravilloso maravilloso. :)