jueves, 18 de septiembre de 2014

Cielo.

Los recuerdos han invadido mi trastocada memoria esta noche, mas... ya me conoces, difícil es aprender a callar cuando poco has callado, aunque he de decirte que contigo he callado más que nunca. Así que, a falta de un minuto tuyo perfectamente robable, he decidido plasmar mi inquieta memoria en este pedazo de papel que, como verás, va emborronado y medio roto; intenta no juzgarme, la traición de los nervios y la falta de contención de salinas ha jugado sucio en mi contra.
En definitiva, y tras esta breve e insulsa introducción, paso a recalcar el motivo de mis líneas, por cierto, tal vez nada acertadas. Recuerdo aquel día en el que nos conocimos, entre aquellos muros artísticos del museo. Yo te miré, tú me miraste, y sonreiste. Siento decir hoy día que realmente pensé que estabas siendo amable, nunca pretendí comprender más allá de aquellos ojos claros que se me clavaron en mi; mas confieso que, aquel día en que me preguntaste si alguna vez había sentido un flechazo, un amor a primera vista, no supe qué responderte, porque la respuesta era tan obvia que el cielo lloraba simpáticamente.
Recuerdo memorizar cada pequeño detalle de tu perfil el día en que nos sentamos el uno al lado del otro en aquella magnífica linde del bosque; aquel momento en que cerraste los ojos, confiado en que yo no estuviera prestando la más mínima atención, y me contabas otra de aquellas maravillosas historias; nunca te diste cuenta, pero memoricé cada una de tus facciones, de tus guiños y gestos, de tus sonrisa y tus miradas. Los empecé a comprender en el momento que no estabas, tras un beso de despedida.
Recuerdo contemplar tus pasos al acercarte a mi, tus saludos, tus labios, tu movimiento. Todo aquello que acababa siempre guardado en un pequeño cofre que, todas las noches, abria para rememorar aquel pedacito de felicidad que tanto me empeñaba en atesorar.
Mas ahora... el recuerdo pareció quedarse en eso, en recuerdo. Temí el despiadado momento en que tu alma se separase de la mía, en que tu vida se alejase paso a paso de la que era la mía, mas yo tenía parte de culpa, empecé a correr cuando no debí ni haber andado.
Ahora, siento que la lejanía y el tiempo nos ha odiado; como si el olvido hubiera llegado a nuestra mente, curando viejas y nuevas heridas que, aunque terribles, antes curábamos el uno del otro.
Cuántas páginas desgarradas habré tirado, cuántas noches en vela, algunas perdida, y otras siendo encontrada desafortunadamente, habré pasado. Ya prácticamente el cofre se ha ido desvaneciendo. Pero intento no permitirlo, mas algún día volveré a atesorar de nuevo todo aquello que olvidé atesorar de ti.
Las promesas siguen en pie, las almas siguen, aunque lejos, unidas. La distancia hace olvidar al humano, a la razón, nunca al corazón. Y apelaré tantas veces al deseo del corazón como sea necesario por volver a tenerte cerca.
Si esto sirve de ayuda, mas temo complicar una complicación, bien recibida sea, o al menos, ese es mi deseo. El miedo superó mis sentidos, momento en que el mismo decidió extinguirse. Ahora solo veo determinación y esfuerzo.
Mas todo hay que decir: aunque hagas que mi voz se desgarre por los gritos,  mi corazón se rompa cada día un poco más, y mis ojos se ahoguen en lágrimas, nunca más dejaré de quererte. Ni de echarte de menos.
Patéticas líneas escribo, muchas cosas quedaron escondidas en el tintero; no será demasiado en que el sobrante se sature, y las palabras no marcadas sean reveladas. Mas... Dios quiera permitirnos el querer y el poder.

"Love alone shall guide us when we are there." V.C.P

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