domingo, 23 de junio de 2019

Miss.

El mar; su murmullo entre el barullo, un lenguaje aparte, y su aroma a sal y libertad.
La arena. Fina, blanquecina, que se pega entre los dedos de los pies y molesta y agrada a pares.
La calma. Esa que se siente cuando los pesares del alma se desvanecen y respiras aire puro.
El bosque. El crujido de las hojas bajo tus pies al caminar, el no saber qué vas a ver una vez gires ese árbol que hay allí al fondo, donde la vista te permite.
El viento. Chocando en tu cara, inconstante, pero firme y tenaz.
Sentarme toda la mañana del sábado en el sofá. Viendo los dibujos, rememorando tiempos perdidos.
Bailar. Bajo la lluvia, los focos, o bajo el cielo estrellado; lento, rápido, alegre, triste.
Sonrisas. De esas tan bonitas que hacen que se derrita el corazón cuando las ves.
Caricias. Como sean, donde sean. Pero de alguien concreto.

Es curioso cuando la nostalgia acude a ti como una ola gigante. Cuando todo es hermoso tras el filtro del tiempo futuro.
Echar de menos es natural, tal y como la tendencia a ensalzar los tiempos pasados.
Pero ah, cómo escuece.
De todo se aprende en esta locura llamada vida. De las causalidades, del pasado, del futuro, de uno mismo, de los demás, de los aciertos y de los errores.

Luego, solo nostalgia.

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